lunes, 7 de septiembre de 2009

En compañía, de Remeditos.

Caminaba sin pensar por el pasillo inmenso, al llegar a la escalera mis piernas temblaron, la sangre subía con fuerza hasta mi cabeza. Un hombre, lentamente, se acercaba a mí y me tomaba de la mano, tenía mucha barba blanca y su cabello también era del mismo color. Se despidió y entro a una habitación.
Mientras bajaba las escaleras un viento levantó mi pollera, una señora que estaba en el bar, tomando un café, me sonrió y señaló con su brazo que me sentara junto a ella.
Me fui acercando, la miré a los ojos y pude sentir su ternura inolvidable, hermosa plenitud.
Como no tenía mas tiempo me despedí con un “¡Hasta luego!”.
Subí rápidamente, mis dolores empezaban a transformar mi cuerpo. Me acosté en la cama a esperar, pero escuche un grito en el pasillo, me estaban llamando.
No alcance a bajarme de la cama que abren la puerta, era él, mi pequeño ser que venía a abrasarme.
-¡Mamá te quiero mucho!- me repitió varias veces-¡No llores mas!, estoy con ellos-me decía.
Abrí los ojos y estaba al lado. Su pequeño cuerpo con tantos cables, pero estaba feliz, sabía que estaba acompañado esperando despertar para decirme ”Mamá te quiero”.

Romina Cides.

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