lunes, 7 de septiembre de 2009

En compañía, de Azucena.

A veces pasa, es cierto, más seguido que lo deseable, y seguro, justo domingo.
Estoy sola en la casa, camino hasta el tendero y toco la ropa colgada para percibir si sigue húmeda. Doy vueltas sin tocar demasiado nada, y me siento en un lugar, en silencio, mirando la desprolijidad de los objetos, la forma en la que fueron quedando, espontáneamente, en diferentes lugares, las mochilas, las carpetas, las camperas.
Y uno se acompaña, existe por un momento, recordando el movimiento anterior de quienes tocaron las cosas, se detiene en el detalle de los gestos, el impulso, la velocidad y el revuelo del aire.
Me detengo a revivir, tal vez imaginariamente, el momento anterior, la habitualidad de cómo él sujeta la lapicera para dejar una nota, mientras veo las letras abiertas, inconclusas, se que terminaste la frase mirando ya hacia otro lado, ves como muere la letra?.. Mi propio gesto se modifica al ver la imagen y besarla en el aire.
Un día encontré algo escrito en mi cuaderno, de casualidad, lo escribiste a escondidas, antes de irte para siempre. Lo encontré tiempo después y, lejos de entristecerme, me sentí reconfortada, levante la mirada y te ví, vos bajaste tu cabeza hacia el suelo, de puro tímida.
Gracias por tu visita, dije nomás.

1 comentario:

  1. Este texto me produce la sensación de agradecimiento hacia las millares de formas de mirar la realidad y de agradecerlas a no se quién, notable, gracias. tito

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