viernes, 26 de marzo de 2010

Parte 4. El día que vino el tío.

El tío puso una fuente blanca, decorada con ribetes dorados en los bordes, en el centro de la mesa. Ella estaba frente a él, a mas de medio metro de la mesa, sentada con la cabeza gacha, el pelo húmedo sobre la cara. Él la miraba pretendiendo que se acerque. Se limpiaba nerviosamente los dedos con un repasador.
Ella no hacía ningún movimiento, entonces él le acerco la fuente en señal de que podía servirse.
Ella se levanto lentamente, sin mirarlo, acerco la silla y se sentó, todo en un movimiento lento, como una danza ligada, en sintonía con el aire.
Celina siempre fue flaca, él era robusto, la cara ancha, arrugas gruesas en la frente y unos ojos verdes muy abiertos, tensos, que no dejaban de observarla.
Le sirvió con dos grandes cucharas los fideos con tuco, le sirvió poco, y empujo una taza con queso rallado hasta la mano de Celina.
Él esperó. Ella trató de controlar el temblor mientras se llevaba los fideos a la boca. No pudo lograrlo, soltó el tenedor y se cubrió la cara con las manos.
El se acercó inclinándose sobre la mesa, como si temiera hacer ruido, extendió su mano y le corrió el pelo, encontró los ojos exhaustos de ella, entonces movió su silla y se sentó a su lado. Tomo un repasador y lo extendió sobre las delgadas rodillas de ella, que había dejado de temblar. Haciendo un movimiento preciso giró el tenedor en el nudo de masa humeante, levantó en el aire los fideos y se los acercó a la boca, ella dudó unos instantes hasta que sus labios se entreabrieron como un poso, como una cueva de murciélagos. Dejó que él le diera de comer.
Celina no le sacó los ojos de encima mientras comía. Fue la última vez que vio al tío.

viernes, 19 de marzo de 2010

Parte 3. Salón de los mapas.

Cuando comenzó a ir a la escuela secundaria ella maquillaba las manchas que tenía en la cara. Al llegar de la escuela estaban al descubierto. Algunos días abría renunciado a maquillarse. Pablo le decía barbaridades, siempre una nueva. Al tiempo también renunció a enojarse por las cargadas de Pablo.
Estaba en el salón de los mapas cuando Pablo entro silenciosamente y se paro delante de la puerta cerrada.
El salón de los mapas tenía un espacio reducido, lleno de cajas con rollos de tela con la imagen de los mapas. Apenas se podía caminar entre las cajas. Había logrado encontrar el mapa de América Central. Al sacarlo de donde estaba se había desprendido una estela de polvo que le resecó la garganta provocándole tos. Por estar tosiendo fue que no escuchó cuando entró Pablo. Al darse vuelta con el mapa sobre un hombro lo vio. Pablo la miraba en silencio, tenía los ojos tranquilos, sin ningún gesto, como nunca lo había visto. Ella paso entre las cajas hasta llegar a la puerta, lo miró de frente y el la miró a los ojos. Ella extendió la mano hacia el picaporte, él de un golpe impidió que lo tocara. La empujo suavemente hacia atrás y le pidió que le mostrara las manchas, entonces la dejaría salir.
Ella levantó el rollo del mapa, amenazando con pegarle. Pablo hizo un movimiento rápido y tiró el mapa, luego la volvió a empujar y al perder el equilibrio cayó sobre el piso, de espaldas a Pablo. Sintió un fuerte dolor en las rodillas y las manos que le desprendían los botones del guardapolvo. Los botones que le cruzaban la espalda, de a uno. Quedate quieta, le dijo, o te encierro con llave.
Ella sintió que su cuerpo no respondía a los impulsos de levantarse, estaba petrificado, las manos apoyadas en el suelo comenzaron a enfriarse. Sintió el pulso tembloroso de Pablo mientras le subía la camisa. Luego sensación de nauceas. Luego los dedos de Pablo, tibios y suaves que recorrían sus omóplatos, lentamente, de un lado a otro. Celina cerro los ojos, sintió alivio, algo se despidió de su cuerpo dejándolo liviano, una exalación helada contenida por siglos.
Luego un portazo, Pablo se había ido repentinamente. Secó sus ojos, acomodó su delantal y tomó el mapa para salir del salón.

Parte 2. Diálogo.

Varios años atrás alguien le había preguntado por qué tenía esas manchas en la piel. Su piel blanca estaba cubierta de manchas marrones oscuras, aisladas unas de otras pero cubriendo cada lugar resguardado de su cuerpo, como flores de pensamiento, secas, entre las hojas de un libro.
- Las tengo desde los doce años. Aparecieron un día- Dijo.
- ¿Tomaste mucho sol?
- ..no creo..- dijo y bajo la cabeza.
Ella recordaba perfectamente ese día.Recordaba, pero no todos los sucesos. Durante todo este tiempo no hubo manera de recordar lo que había pasado antes de que su madre la viera volviendo del terraplén. Se acuerda la cara de terror de su madre al verla. Ella venía de la parte este del terraplén, alguien mas venía junto a ella,esta borrado, es solo una sombra lánguida proyectada en la calle de tierra. Ella estaba cubierta de barro. La madre la tomó fuerte del brazo y la arrastró hasta la casa. Gritaba, casi al borde de las lágrimas. Decía que eso no se hace, no se hace. La metió a la bañera. La había desnudado violentamente, luego metió la ropa sucia en una bolsa negra que después tiró. Ella estaba parada en la bañera, el agua muy caliente y su mamá le frotó el cuerpo con un trapo enjabonado hasta que le dejó la piel enrojecida.
Mamá tenía la frente fruncida, los labios apretados, el sudor le había empapado la cara, hasta el cuello. Cada cosa que quería decir, o repetir, porque no hacía mas que repetir eso no se hace, se ahogaba en su garganta.
Recuerda que su madre, luego de bañarla la sentó en la cocina, le sirvió la leche, y la miró mientras comía. Estaba apoyada en la mesada, los puños apretados dentro de los bolsillos del delantal.
Después de ese día nada referido a ese hecho se habló. Mamá prohibió que jugara con los vecinos. Al tiempo comenzaron a salir las manchas.