jueves, 15 de octubre de 2009

Qué mas?

Vos insistís con que la ropa interior mejor lavarla a mano, me la sacas, la metes en la palangana zinc, la chiquita, la que no dejas que use nadie, y la lavas, cuando yo no te veo la lavas con jabón blanco. Y, después, la pones al sol, con la espuma abundante, la pones sobre el paredón al mediodía, porque se blanquea, decís.
Yo te descubro, salgo por la ventana del lavadero y te descubro, debajo de la parra lavando a puño.
Cuando yo aparezco te asustas y después te reís. Te reís a carcajadas y se te moja la ropa y me pedís que no te diga nada...yo no te digo nada, me siento atrás del ciruelo, en la reposera, como si fuera a leer. De ahí te miro, miro tus dedos delgados, que enrojesen y aprietan la ropa, tus dedos parte del agua, parte del agua de las bombas de agua, de los tanques de agua, del agua que se acumula en las masetas vacías, agua de las gotas que quedan en las hojas de la parra, granos luminosos tus dedos.
Siempre hablas cuando lavas ropa a puño, hablas sola o con migo, aunque yo ya no esté, y vos sepas que yo no estoy. Escribís frases en el aire, pregustas al aire, y te contesta el viento, el viento cansado de llevar y traer los gritos, las maldiciones, las palabras de mas. El viento cansado es una ocarina que deja ir tus frases por ensima de los paredones. Tus palabras sin importancia , cotidianas, repetidas, se van a interrumpir la siesta de los geriatricos, de los perros, de las hormigas.
No importa, yo no me canso, me acerco si que me veas, detrás tuyo estoy, una sombra que se acerca sin hacer ruido y te atrapa en el aire como un pez volador, y vos te reís, reís con la boca abierta, para tragar las uvas, la tarde, la espuma, mi tristeza, las cadenas de mi correa.
No me sueltes- me pedís- y yo soy una trepadora que se alimenta del agua jabonosa que cruza tu garganta, tu ombligo, tus tobillos.
Nadie mas que yo puede verte hoy, yo soy el único espectador, yo y mis brazos que ya te acunan, te sostienen, te abrigan, hasta que la luz de la luna haga agujeros blancos en la cicatriz de los abandonos, la cicatriz rosa que dejó la planta carnívora y ciega de quienes esperan algo mas de vos...

Azucena.

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